Ahí la tienes, a Mona Lisa con su característica sonrisa. ¿Nos dan ganas de contarle un chiste y arrancarle una buena sonrisa?
Cuando vivía en París, me solían preguntar qué echaba más de menos de mi tierra y yo, entre otras cosas, solían contestar «que la gente me sonría». Por lo visto, los franceses y, en particular los parisinos, consideran que la sonrisa es un gesto reservado a personas de su círculo social y tienden a desconfiar de desconocidos que, a buenas y a primeras, les dedican sonrisas, o incluso suelen pensar que son un poco, digamos, tontitos o superficiales (siguiendo el tópico del tonto feliz).
De hecho, la sonrisa era uno de los criterios infalibles para intuir en una fiesta si las personas que me acababan de presentar eran parisinas o no. Si lucían sonrisa espontánea y amplia, de esas que se echan con ganas, era muy probable que la persona en cuestión no fuera de la capital.
Aunque no hace falta irse a otro país para encontrarnos a gente cuya sonrisa cotiza muy caro. Estos días entre compañeros de clase nos retamos para haber quién consigue sacar una sonrisa a una de nuestras profesoras. Cuando conseguimos que se ría, ¡lo celebramos como el gran triunfo del día! Y es que si te fijas, seguro que conoces a tu alrededor bastante gente que no suele sonreír. Unos suelen tener un gesto de seriedad, otros tienen mas bien tatuada una leve sonrisa como la de Mona Lisa.
Estoy segura de que en más de una ocasión habrás intentado sacarle una sonrisa a alguien o, por lo menos, un gesto de complicidad. Solemos utilizar comentarios amigables, chistes o juegos de palabras. Pero a veces lo más fácil es lo que mejor resultado da.
Te propongo que pruebes dos pequeños recursos para arrancarle una sonrisa a alguien: el espejo y «chocar los cinco». El primero consiste en generar el conocido como «efecto espejo»: de la misma forma que el bostezo se suele contagiar, la sonrisa muchas veces también. Si tenemos enfrente una persona que están sonriendo o riéndose, es probable que inconscientemente nos salga una sonrisa. ¡Pruébalo!
La otra fórmula es todavía más sencilla, es simplemente pedir que «nos choquen los cinco» como hace el youtuber Kyle Berry. Merece la pena que veáis el video y os fijéis en la reacción de la gente.
Como decía Charles Chaplin, «un día sin sonreír es un día perdido» así que ¡arrancad muchas sonrisas allá donde vayáis! 🙂
Yo soy español, pero en la sonrisa me sucede como a los parisinos. No voy sonriendo porque sí, y cuando alguien que no me conoce me sonríe, automáticamente pienso que quiere algo o que directamente es tonto perdido. Mi sonrisa también la vendo cara y la reservo para cuando algo o alguien me hace gracia de verdad.
Eso sí, para hacer feliz a alguien que te importa, sólo tienes que conocerle 🙂
Un abrazo.
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