
Pablo Picasso, «Dos mujeres en la barra del bar»
Decía la política Golda Meir que «los que no saben llorar con todo su corazón, tampoco saben reír». Hoy en el blog hablamos de cómo aceptar esta emoción que nos gusta muy poquito pero que a veces es imprescindible para volver a sentirnos bien. 🙂
Está claro que las emociones no se pueden elegir, aparecen y ya está: sentimos alegría cuando nos encontramos con un ser querido, miedo cuando sentimos la amenaza del peligro o nervios si nos enfrentamos a una situación que nos preocupa por primera vez.
El problema viene cuando rechazamos esas emociones que socialmente están consideradas como negativas. De hecho, desde pequeños escuchamos «no estés triste, que no sirve de nada«. Este rechazo es en realidad lo que nos hace sufrir y, en el caso de que se prolongue en el tiempo, puede provocarnos problemas más serios como ansiedad, frustración o depresión.
Hace unas semanas el príncipe Harry de Inglaterra salía a la palestra para admitir públicamente que hace unos años necesitó asesoramiento psicológico para afrontar el duelo que rehusó hacer cuando murió su madre. Así lo expresaba: “Mi modo de lidiar con ello era enterrar la cabeza en la arena. Rechazaba incluso pensar en mi madre, porque ¿en qué iba a ayudar eso? Solamente iba a traer tristeza, no la iba a traer a ella de vuelta”.
Según el Emocionario, un proyecto genial de Educación emocional que os recomiendo visitar, la tristeza es una emoción que nos provoca una caída general de nuestra energía y nuestro estado de ánimo. Cuando estamos tristes perdemos la ilusión, el apetito, la fuerza y hasta …las ganas de vivir. Como es natural, cada persona se entristece por causas diferentes pero en general nos solemos sentir tristes cuando sufrimos una pérdida (pérdida de un ser querido, de la salud, de la juventud…), una decepción o nuestras expectativas se ven truncadas.
«Sanamos un sufrimiento sólo al experimentarlo en su totalidad.» MARCEL PROUST.
Aunque existe la creencia de que la tristeza es una especie de enfermedad, es más bien al contrario: es parte del remedio para curarse. De la misma forma que entendemos que cuando nos hacemos una herida que sangra debemos esperar a que cicatrice, deberíamos pensar que ante una herida emocional, la tristeza es parte del proceso de cicatrización. Otra cosa es que nuestra herida emocional no cicatrice bien y nos instalemos en la tristeza. Es ahí cuando corremos el peligro de sufrir una depresión.
Una vez entendida la importante función de la tristeza, la forma de vivirla es también diferente en cada persona. En general cuando experimentamos esta emoción necesitamos estar tranquilos, llorar, compartir nuestro dolor e intentar expresarlo, sacarlo fuera. El artista Pablo Picasso, por ejemplo, se refugió en el color azul para expresar en sus obras la gran tristeza en la que estaba sumido después del suicidio de su amigo Carlos Casagema.
En mi caso, cuando tengo que convivir con la tristeza intento desarrollar los siguientes hábitos:
- Canturrear todos los días. Me obligo a cantar o tararear por lo menos durante quince minutos al día. Este es quizá el hábito que más me cuesta (¿a quién le apetece cantar cuando está triste?). Pero cuando consigo hacerlo es súper efectivo.
- Comer plátanos. Al menos uno al día.
- Dedicar al menos una tarde a la semana a no hacer nada simplemente relajándome y cazando musarañas. Éste también me cuesta muchísimo hacerlo porque en general soy bastante adicta a la acción.
- Darme un «auto-abrazo» por las noches. ¿Qué cómo se hace esto? Pues poniendo los brazos alrededor de ti mismo y ¡fundamental!: poniendo «cara-abrazo». Pero bueno la cuestión es darse un auto-mimo antes de ir a la cama, ¡no te me vayas a lesionar!
- Dar gracias por la mañana por estar viva un día más. Me levanto y de camino a la ducha: ¡Gracias, gracias, gracias!
Como veis, son todos muy sencillos y baratos, así que os invito a probarlos. Por supuesto, aquí cada uno se tiene que hacer con sus propios recursos. Espero que os haya servido de ayuda. Espero vuestras ideas y comentarios. ¡Un abrazo fuerte y suerte en vuestras aventuras!
Muy interesante post! Me gustaría aportar humildemente que hay varias teorías psicológicas que afirman que en cierta medida las emociones sí se eligen y son controlables. Nuestros pensamientos son los responsables de provocarlas. ¿Quién no ha pensado «no valgo para nada» alguna vez y se ha puesto a llorar casi al instante? Lo mismo con el enfado. Cito a Epícteto: «no nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede».
Un granito de arena más para reflexionar 😉
Me gustaMe gusta
Muy psicología cognitiva de Santandreu, love it! Ojalá fuera tan sencillo hacerlo como decirlo 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona