
Trabajo basura (1999)
Aunque no es uno de mis temas favoritos, voy a dedicar por primera vez una entrada a hablar de mi profesión. O mejor dicho, del surrealismo y la desvirtuación de mi profesión y su cuestionable papel en la “cadena de ventas”.
Posiblemente vivamos en una de las épocas más desarrolladas en cuanto a marketing y «comunicación» se refiere (en otra entrada comentaré la diferencia abismal entre estos dos conceptos y cómo se hace mucho marketing y poca comunicación real). Tenemos marketing para dar y tomar, en todas sus formas y colores. En la Universidad te enseñan el marketing relacional, el marketing estratégico, el marketing directo…y el tan últimamente de moda marketing digital, entre otras muchas tipologías. Los manuales y compendios sobre el tema están tan manidos que a punto estamos de desgastar la palabra.
Mil formatos y un mismo objetivo (grabado a fuego) por docentes y directivos: vender más. Obtener más beneficio. Las empresas se gastan millones en gurús de las ventas y acciones marketinianas “punteras” con la esperanza de incrementar esos ingresos y mostrar orgullosos el porcentaje ascendente en la reunión de turno (a ser posible con un bonito gráfico a color).
Perdidos in the road
Creo que en esa búsqueda de reinventar la rueda, se nos olvidó cómo da vueltas y perdimos de vista el marketing más importante y el más ignorado: el marketing del sentido común. Y ya que estamos lanzando ideas despreocupadamente, voy a patentar mi propia definición sobre el mismo:
Marketing del sentido común — > Estrategia centrada en la empatía con el cliente, que lo respeta y lo trata como a una criatura pensante.
Creo que si lanzo la pregunta al vuelo de “¿alguna vez una empresa a la que pagas por algún servicio/producto te ha tratado como si fueses idiota?”, a muchos se les revolvería algo (como mínimo) en sus recuerdos.
Hemos vivido y oído de todo: dependientes de tiendas (abrumados por la carga de trabajo) que te miran como si les estuvieras molestando cuando les preguntas algo, representantes de negocios que intentan venderte cualquier cosa a cualquier precio como si tuvieses un número fluorescente en la cabeza, por no hablar de la penosa gestión de las telefonías y otras grandes empresas, que prácticamente se ríen del cliente a la cara.
Gastarse miles de euros en genios del marketing mientras estas cosas suceden, mientras se le paga el sueldo mínimo y condiciones pésimas a la gente que día a día se relaciona con el cliente (que son la verdadera piedra angular en el marketing y la imagen de nuestra marca) denota una ceguera mayúscula en el mundo de las “ventas”. Invertimos millones en un buen tejado pero nos conformamos con unos cimientos de hormigón rancio. Falla la base, falla la estructura.
¿Pero dónde esta el truco?
Creo que la simplicidad ayuda en muchas ocasiones, y en este caso, todo se reduce en tratar bien al prójimo, como si fueras tú mismo. Trata bien a tus empleados, dales unas condiciones dignas y una formación en “verdadera atención al cliente”. Buscarán su interés, y el cliente estará encantado. Te será fiel hasta la eternidad. Porque somos así. Agradecidos. Ese dinero invertido en la mejora de condiciones de tus empleados lo recuperarás con creces al aumentar y fidelizar usuarios o compradores y ahorrarás en políticas “innovadoras” de marketing.
Todo esto no es una lanza para liquidar el marketing ni las políticas de “comunicación”. Pero sí una reflexión sobre qué recursos dedicamos a qué y qué lugar debería guardar cada cosa. Los consumidores nos contentamos con poco. Somos fácilmente conquistables.
«El amor se demuestra con hechos… no con palabras»
A veces esas frases tontas de Facebook enseñan cosas y todo. Eso que tenemos tan interiorizado para las relaciones, se puede extrapolar perfectamente al mundo de los negocios. Un buen profesor mío dijo que «los hechos son siempre más importantes que la comunicación«. Da igual que hagas el anuncio más caro del mundo si la persona que me atiende me pone mil problemas para realizar un trámite y encima tiene cara de morsa aburrida. Tu millonario anuncio quedará en el barro.
La receta sería: «Trátame con amabilidad, véndeme lo que me conviene y dame una solución fácil a mis gestiones.»
Y la ecuación (para los de ADE):
Unos buenos hechos + unas buenas formas = éxito seguro
Adoro los roedores, y el mundo Disney. Considero que todos los problemas del mundo tienen su origen en la superpoblación y la incapacidad humana para ver lo auténtico. Para ser auténticos. |
(Aplausos)
Ici Mouse enhorabuena, en mi opinión un post genial donde dices claramente la cruda realidad del Marketing, en el que ya se a olvidado de la parte de enamorar y crear relación con el «cliente».
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Gracias Anured! Toda la razón, a ver si entre todos conseguimos que el futuro sea un poco más «halagüeño» en este sentido 🙂
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