En el ojo del mundo

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El Show de Truman (1998)

Por Ici Mouse

El otro día fui a la revisión del dentista. Mientras esperaba en la sala de espera y ante la falta de variedad de lectura, cogí un par de revistas del corazón (sabiendo a lo que me atenía).

Una joven madrileña muy conocida (no se dice el pecador) posaba en bikini “al natural/sin maquillaje” en respuesta a las críticas recibidas que ponían en duda su belleza real y se la atribuían a los milagros del plató y la chapa y pintura. Pasamos página. Una bloguera famosa (ni sabía quién era) nos desgranaba el “outfit” que había elegido para ir ese día “a trabajar”. Así, muy casual todo, desde el color del pintalabios hasta el calcetín curiosamente colocado. Casi me mata tanta superficialidad. Prefería el instrumental del dentista. Al menos era algo auténtico.

El placer de la libertad

Nunca leo este tipo de prensa pero tras un par de vistazos rápidos dejé la sala de espera con una revelación mística de esas que vienen en pocas ocasiones. Una sensación de bienestar y plenitud acompañada de un “gracias” por mi vida actual. Un enorme gracias por no pertenecer a esos mundos. Una envolvente sensación de alivio por estar fuera de esas extenuantes esferas en las que tienes que demostrar (y demostrarte) que eres realmente bella tras cada crítica que surja. Un mundo en el que salir a la calle sin que te aborden o analicen tu forma de vestir, hablar y relacionarte queda en el olvido.

Me puse a imaginar cómo esa bloguera tenía que decidir cuidadosamente todas las mañanas (sin importar el sueño que tuviese) qué ponerse (bolso, zapatos, tal o cual…). Tendría que ir impoluta siempre porque iba a ser observada minuciosamente y cuando el público lo decidiese, todo se le quedaría obsoleto y tendría que volver a renovar vestuario para mantener la esclava imagen de ir a la última. Muy cansado… Imagen, imagen, imagen…

«La fama cuesta, y aquí es donde vais a empezar a pagar» (Fama, 1982)

El tema de la fama no es nuevo. Los personajes públicos ya sufrían el acoso de sus seguidores desde tiempos añorados pero me atrevo a decir que hoy en día ese acoso se ha visto intensificado y a la vez diluido, debido a las redes sociales y demás nuevas tecnologías. No hablamos de persecuciones de fans hasta que llegan a casa, hablamos de un atosigamiento latente, continuo, que permanece y se sigue desarrollando tras la red aunque el refugio de su casa les ampare. Porque los comentarios siguen, las opiniones se reproducen cual tumor metastásico  y hay que tener una verdadera capa de hierro para que no afecten (somos humanos).

Salí del dentista y paseé por la calle. Me alegré de que no hubiese miles de personas desconocidas opinando sobre mi forma de vestir o mi aspecto (los amigos que analicen lo que quieran que para eso están), por poder llegar a casa y sentarme en el sofá sin la horrible sensación de poder encontrar fotos tuyas en revistas morbosas y sensacionalistas al día siguiente, por no tener la asquerosa impresión de que tu vida no es tuya, es de los demás. Los demás dictan las normas, exigen. Hasta el punto de tener que hacerte unas fotos en bikini para gritar a los 4 vientos “mira, que soy guapa, de verdad, creedme”. 

Pensará el lector que en la vida cotidiana también sufrimos de esa exposición y superficialidad y desgraciadamente, es así en parte, gracias a Facebook, Instagram y otros monstruitos (este análisis da para otro post) pero, de verdad, veo claramente diferencia entre ponerte mona/o de vez en cuando (cuando te apetezca a TÍ) o mostrar alguna foto del veranito aquí o allá a las personas que TÚ decides (más o menos) que estar continuamente en el ojo del mundo y vivir en la obligación permanente de ser perfect/o.

Sirva esta entrada para hacer reflexionar al lector sobre la suerte que tenemos la gente corriente, sobre todo los que queremos serlo y disfrutamos siéndolo. Y a los que no, sirva de reflexión para que piensen si esa vida de exposición aumentada es realmente deseable y saludable. Esto, claro, no se sabe hasta que uno lo vive, pero a veces basta un poco de ejercicio de visualización y un par de reportajes en el dentista para una pequeña revelación.

Ici MouseAutor: Ici Mouse
Adoro los roedores, y el mundo Disney. Considero que todos los problemas del mundo tienen su origen en la superpoblación y la incapacidad humana para ver lo auténtico. Para ser auténticos.

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