Nunca imaginé que conseguiría estudiar fuera. En mi época (como si fuera una vieja…), el programa ERASMUS no era tan conocido como lo es ahora. Pocos éramos los valientes que pedíamos la beca y nos íbamos llenos de ilusión e incertidumbres. Voilà, pedí la beca, me la dieron y me fuí. Así de simple. Eso sí, no todo el mundo se alegró cuando dije ‘Au revoir, me voy a la France’. ¿Queréis saber mi historia?
Una beca, ¿o dos?
Todavía recuerdo como si fuera ayer el día en el que solicité la beca. Tenía tres opciones en Francia: Bordeaux, Paris y Toulouse. Estuve durante semanas debatiéndome entre París y Burdeos y finalmente elegí Burdeos por tres razones:
- Más barato.
- La gente del sur es más calida y Burdeos es una ciudad universitaria, así que pensé que igual sería más fácil hacer amigos.
- Más cerca de casa, en caso de que me entrara la morriña, estaría a 4 horas en coche de casa.
Recuerdo el día en el que me enteré de que me habían concedido la beca. Una compañera entró en clase gritando algo como ‘Hey, ¡te vas de ERASMUS!‘. Me quedé en shock y me puse muy nerviosa. Ahora seguro que te mandan un email o un sms al móvil, pero por aquel entonces seguíamos con el método infalible de poner las resoluciones en las vidrieras.
Me entraron mil dudas: ¿cómo lo iba a decir en casa?, ¿cómo se lo iban a tomar?, ¿qué papeleos tenía que hacer a partir de ese momento?… Y para colmo…¡bum!:
¡También me conceden la Séneca a Barcelona!
Sí, también la había pedido, por si las moscas. Estaba en último año de carrera, había que intentarlo todo. Eso sí, cuando me enteré de que también me habían concedido la Séneca a la universidad de Barcelona que yo quería casi me da un jamacuco. Y ahora, ¿QUÉ HAGO? No quería marear a mis padres, así que tenía que tomar una decisión y defenderla, porque sabía que no iban a aceptar la idea muy fácilmente, así que fui a casa de mi mejor amigo: café con su madre, que es profesora y con él, y barajamos pros y contras. De hecho, acabé hablando con una prima de mi amigo que había estudiado ‘Publicidad y RR.PP’ y que estaba trabajando en una agencia en Madrid para ver qué opinaba ella. Conclusión sencilla: es más fácil que te vayas a Barcelona o a Madrid que a otro país (vale, puede que ahora las cosas sean diferentes), así que, ¡decisión tomada!: Francia, ¡allá voy!
Muchas despedidas
No puedo decir que todo el mundo se alegrara por mi. Hubo gente que se enfadó y gente que se puso triste. Supongo que era comprensible. Nadie de mi entorno se había ido nunca a vivir un año fuera, así que era territorio desconocido para mis amigos y, mucho más, para mi familia. La preocupación estaba servida. Aún así, como buena tauro, me empeñé, dije que me iba ‘sí o sí‘, le pesara a quien le pesara, que era mi decisión y que yo asumiría las consecuencias.
Antes de ERASMUS, había pasado un mes con una familia irlandesa, el verano antes de empezar la universidad y esa buena experiencia me abrió un nuevo mundo y, de ahí, que solicitara ERASMUS.
Despedirse siempre cuesta; a mí, por lo menos. Además, irse a lo desconocido era excitante, pero también aterrador. No conocía a nadie, no tenía piso y, si me apuras, no sabía ni lo que iba a estudiar, porque iba a hacer cuarto de carrera y en Francia las licenciaturas sólo tenían (y tienen) 3 cursos.
Buscar un techo (o un buen puente)
Moví Roma con Santiago para intentar conseguir algún contacto en Burdeos y casualidades de la vida, otra barakaldesa se iba también de ERASMUS a Burdeos y una amiga en común nos puso en contacto por email. Por desgracia (o por suerte para mi), ese verano me fui a Malta con una beca a estudiar inglés y no tenía acceso a Internet regularmente. Cuando lo conseguía, en mitad de un email se iba la conexión y se perdía todo, así que esta chica se pensó que era una maleducada y una pasota. Algo muy lejos de mi personalidad, en realidad.
Cuando volví, me puse en contacto con ella y quedamos para tomar un café y charlar. A mi vuelta de Malta en mi casa no paraban de decirme cosas como ‘si no tienes piso, no te vas a poder ir‘, así que le supliqué a mi amiga Josune que me llevara a Burdeos a buscar piso. ¡Y dijo que sí! (¡mil gracias!), así que le propuse a esta chica que fuera con nosotras a buscar piso.
Mes de agosto: tres chicas y un objetivo: ¡buscar una habitación! Yo lo recuerdo como un viaje estresante, pero divertido. Mi amiga Josune conocía ya la ciudad y su adorado GPS nos salvó de llegar tarde a más de una visita. No paramos de visitar sitios, llamar y visitar. PIM, PAM…hasta que tuvimos un flechazo a primera vista. Visitamos una casa en el centro, con dos pisos, cuatro habitaciones y ¡cuatro baños! Era perfecta, así que acabamos dos barakaldesas viviendo con dos chicos franceses y la barakaldesa número 2 se convirtió en un ‘must‘ en mi vida.
¿Queréis saber quién es esta barakaldesa? Nuestra colaboradora LuDuchamp: oye, ¿por qué no nos cuentas tu versión de la historia?
El comienzo: lo más excitante
Ese año no vi la quema de la Marijaia. Fin de Aste Nagusia; comienzo de una nueva aventura. Aún recuerdo ese viaje en coche rumbo a Burdeos a finales de aquel agosto. Muerta de ganas por llegar, por exprimir cada segundo de esta experiencia que tanto había estado esperando.
Por suerte, iba ya con un techo alquilado, así que podía centrarme en mis objetivos: mejorar el francés y vivir la experiencia. En Burdeos hacía sol, calorcito y la gente estaba en modo ‘verano‘. Lu y yo conocimos a nuestro primer amigo: Camard, el camarero de un bar de place de la Victoire que nos puso al tanto de los sitios de moda para salir. Sí, llegamos un fin de semana. El lunes empezamos un curso de francés con otros ERASMUS (casi todos ingenieros) y fueron unas primeras semanas divertidísimas. ¡Creo que NUNCA me he reído tanto! Recuerdo pararme en mitad de la calle y sentarme en el suelo porque no me aguantaba de pie de la risa. ¡Todo me hacía gracia! ¡Tanta gente diferente!¡Tantas situaciones graciosas!!
En el curso no nos separaron por niveles y estábamos los de nivel avanzado con gente que no sabía decir ni una palabra en francés, así que, para los profesores era difícil adaptarse, pero para nosotros, los alumnos, era una fiesta continua, mezclando idiomas, palabras y muchas risas. Hicimos buenos amigos, pero en especial recuerdo a mi amigo checo, al que apodé, cariñosamente, Ander porque no era capaz de pronunciar su nombre. Cuando llegó a Burdeos él no sabía nada de francés, así que hablábamos en inglés, hasta que llegó un momento que mi mente hizo cortocircuito y, simplemente, no podía hablar en inglés y empezamos a hablar en francés. Su progreso fue IM-PRESIONANTE, de no saber nada a principios de curso pasó a tener un nivel fluido a finales del curso. Fue el ERASMUS que más evolucionó en el idioma, no sé si la botella de vodca que llevaba siempre en la mochila tendría algún tipo de vitamina mágica.
El comienzo en la fac
Después de una breve vuelta a casa, en octubre comencé las clases. Mi curso de francés había sido en el campus universitario, así que no estaba del todo perdida. Llegó el momento de conocer a más ERASMUS, los no-ingenieros, y descubrir qué podía sacar de mi año en una universidad francesa.
Como mi carrera ni siquiera existía en esa universidad, me dejaban elegir asignaturas incluso de distintas carreras. Era divertidísimo. Estudié psicología, historia del arte, interpretación fílmica…, muchas materias que siempre me habían llamado la atención, pero que nunca había tenido a mi alcance.
Los profesores en Francia son muy exigentes y no hacen manga ancha con los ERASMUS, al menos, con los que me topé yo. Te decían cosas como :’aquí se viene a estudiar, ésto no es Italia‘ y otra profesora le quitó a una chica ERASMUS un montón de puntos por faltas de ortografía…¡Muy intransigentes!
Por suerte, saqué buenas notas y aproveché el tiempo. Aprendí mucho francés y sí, no nos vamos a engañar, también salí de fiesta, pero NO, no iba de resaca a clase los martes por la mañana o cosas así.
¿Queréis saber cómo siguió la aventura?
Continuará…
Me ha parecido muy interesante tu entrada 🙂 refleja muy bien los comienzos de todos los que hemos sido estudiantes Erasmus. Me ha parecido muy curioso lo que has comentado de los profesores en tu universidad francesa. No sé cómo es el sistema educativo en Francia, pero en Inglaterra no podíamos poner nuestros nombres en los trabajos y exámenes que presentábamos; de esta manera, los profesores no sabían si estaban corrigiendo a un estudiante internacional o a uno de los suyos, lo cual me parece más justo.
¡No me perderé la próxima entrada! 🙂
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Hola Kleinerochi!Encantada de tenerte por aquí y muchísimas gracias por tu mensaje!:) El Erasmus te cambia la vida, ¿verdad? 🙂 Me parece genial el sistema inglés, ¡muy justo!!En Francia, la verdad, es que a los Eramus en general (había excepciones) nos tenían un poco tirria. Un profesor hasta nos prohibió la entrada a tres Erasmus que nos apuntamos a su clase, ¡el primer día!! Ya sabes, de todo tiene que haber:)
¡Ya soy seguidora de tu blog!!Estamos en contacto. Un abrazo 🙂
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Genial tu primera experiencia de Erasmus!
Yo vivo muy lejos de allá y acá muy poca gente pide becas estando en la universidad, más para Europa pues es cruzando el océano. Tengo algunos amigos que terminaron pidiendo becas para estudiar fuera un semestre pero definitivamente son muy pocos los que llegan a hacerlo.
Genial que tu hayas tomado la decisión de irte =)
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Bueno, supongo que ‘cruzar el charco’ asusta más, yo estoy siempre a menos de dos horas de vuelo de casa 😛 Yo tengo varios amigos que se han ido a latinoamérica a trabajar, tengo en Chile, México, Brasil… =)
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Y qué te cuentan de por acá? Qué diferencias encuentran?
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Todos muy contentos, les tratan muy bien…¡Yo no sé si volverán!
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