Esa extraña sensación de no ser de ningún sitio

Exif JPEG

A día de hoy he vivido en seis países diferentes. En unos por periodos muy cortos, en otros por temporadas más largas, pero de todos me he llevado un cachito. Todos me han robado una parte de mi. Todos me han cambiado y me han ayudado a ser más ‘YO‘ al mismo tiempo.

No todo ha sido de color de rosas, claro. Que el extranjero es lo mejor del mundo mundial es una completa utopía. Puedes ser feliz, estar bien. Puede ser tu sueño o tu pesadilla. Puede que tu sitio esté en tu pueblo, con tu gente y eso NO tiene nada de malo. No todos tenemos que ser nómadas. ¿YO? Yo soy un caso a parte, digno de estudio. Soy un poco bipolar, siempre en lucha con mi yo-bilbaína-casera y mi yo-nómada-aventurera.

La primera vez

Todavía recuerdo la primera ver que me fui al extranjero. A Irlanda. Nunca había estado en el extranjero y esa vez me iba sola. Recuerdo a mi profesora de inglés animándome a pedir la beca del Gobierno Vasco. Recuerdo rellenar la solicitud con nervios y recuerdo cuando me dijeron que me la habían concedido. WOW! Desde luego, fue un ‘turning point‘ en mi vida. Es decir, hubo un antes y un después. Ese pequeño viaje de un mes para mejorar mi inglés del colegio lo cambió TODO.

Descubriendo otra realidad

Cuando viajas, los ojos se te abren como platos y empiezas a alucinar con miles de cosas. Sobre todo, al principio. Es como si te hubieras tomado alguna especie de droga alucinógena. Todo te parece extraño, te sorprende, te hace gracia o las tres a la vez. Vives en una noria de sensaciones. No es raro pasar de la alegría a la nostalgia y de la nostalgia a la efusividad. Simplemente, lo vives todo intensamente. Yo lo llamo ‘efecto Gran Hermano‘. Estás ‘encerrado‘ fuera de tu zona de confort y, como todo, tiene sus partes más dulces y sus partes más amargas.

Normalmente, vivir fuera suele causar dos reacciones:

  1. Odio. Si puedes, vuelves a tu casa. Lo he visto muchas veces, Erasmus que se vuelven al de una semana, gente que llora desde el aeropuerto de salida y no hay consuelo en el mundo para ellos, incluso trabajadores que sienten que están haciendo el sacrificio de sus vidas porque trabajan fuera de su país (y puede que sea cierto).
  2. Amor. Te vuelves adicto. A las nuevas experiencias. A vivir en sitios diferentes y siempre quieres más. SIEMPRE pensando en el próximo destino, incluso aunque una parte de ti (más pequeña o más grande) intente acallar a esa vocecilla que te impulsa hacia lo desconocido. Esta pasión irá contigo toda tu vida. Quizás nunca puedas dejar de ser nómada o de soñar con serlo.

De aquí, de allí, de ninguna parte

Yo soy del País Vasco, concretamente bilbaína y si me apuras, barakaldesa. Sin embargo, tengo que admitir que quizás no cumplo el perfil del estereotipo vasco. No sé, no tengo ocho apellidos vascos, ni soy cerrada, ni borde… Estoy hablando del estereotipo, que, a mi parecer, no se acerca mucho a la realidad. Vale, a lo mejor no somos super abiertos y tan salados como en el sur, pero somos gente maja y amable. Si no te lo crees, ve al País Vasco y ¡pruébame lo contrario!

Bueno, que me voy por las ramas… La gente que viaja, que vive en distintos países y que hace amigos de medio mundo acaba siendo un poco de todas partes. Por eso, yo me siento 40% francesa, 20% inglesa, 15% belga, 10% austriaca,10% irlandesa y 5% maltesa. Vamos soy Europea de pura cepa.

¿Es peor irse o volver?

Todos echamos de menos nuestro orígenes y el que diga que no,¡miente! Echas de menos a tu familia, a tus amigos, el bar de siempre, la comida de tu madre…, pero volver, a veces, es mucho más traumático que irse. Recuerdo cuando volví de Erasmus. Sólo pensaba en irme otra vez. Odiaba todo y a todos. Es lo que ahora se conoce como ‘depresión post-Erasmus‘. Estaba triste, apática, desanimada…¡un cuadro! Con los años y las diversas idas y venidas, esta fase la he apaciguado bastante y básicamente, intento disfrutar del momento esté donde esté.

Supongo que la respuesta a esta pregunta depende de la manera de ser de cada uno e incluso de cada experiencia vivida. Yo he vuelto a casa llorando de la pena y casi dando brincos de la alegría. Influyen demasiados factores como para generalizar, pero me voy a atrever a hacerlo.

Mi respuesta

SIEMPRE (y digo rotundamente siempre) es más difícil volver a casa. Cuando te vas, estás más abierto, tu mente estás más abierta; te encuentras con gente perdida como tú, haces nuevos amigos, vives nuevas experiencias y aprendes a adaptarte.

¿El problema? Mientras tú vives fuera, al máximo, y exprimes cada segundo como si fuera el último, tu familia y tus amigos siguen evolucionando. Te pierdes cumpleaños, parejas que rompen, amigos que se distancian, amores que surgen, problemas, buenos momentos…En definitiva, esas pequeñas cosas que hacen que los seres humanos evolucionemos, maduremos y, en cierto sentido, cambiemos.

Por lo tanto, no sólo cambias tú, si no que tu ‘zona de confort‘ cambia sin ti y cuando vuelves…¡zas! Tus amigos habrán cambiado, seguirán siendo tus amigos, pero el periodo de adaptación puede ser largo. Se han acostumbrado a vivir sin ti, no estás en el grupo de whatsapp de planes, han cambiado, no pillas las bromas y te sientes MUY desubicado. Puede ser el peor sentimiento del mundo: estar con ‘los tuyos‘ y no saber qué decir. Podrías contar batallitas una y otra vez sin parar, pero en una semana ya habrás terminado el repertorio y los extras. Tocará volver a la normalidad, a crear vínculos y, dependiendo del interés de ambas partes, puede ser muy difícil o incluso imposible.

¿Lo positivo? Los buenos recuerdos siempre quedan. ¿Amigos? Aparecerán más por el camino, pero los buenos, aunque, a veces, en la distancia, estarán siempre ahí.

CONCLUSIÓN: Vivir fuera te dividirá el alma en mil cachitos, echarás pequeñas raíces en distintos sitos, cultivarás buenos recuerdos, momentos que cambiarán tu vida, pero, a la vez, la nostalgia siempre estará ahí. Venerarás tu país, tu región o incluso tu pueblo y lo idealizarás. Sí, seamos realistas. Yo estoy enamorada de Bilbao, pero cuando estoy allí no lo aprecio tanto, pero bueno, amores reñidos, los más queridos, ¿no?

¿Por qué ser de un sitio si puedes ser de todas partes? DEL MUNDO.

¿Has sentido alguna vez ese desarraigo de no estar ‘en tu casa‘ en ningún sitio, de no pertenecer a ningún lugar? ¿Que te hace sentir? ¿Libertad? ¿Pena? ¡Cuéntanos tu experiencia!

‘Viajar es nacer y morir a cada paso’ – Victor Hugo

Anuncio publicitario

5 comentarios en “Esa extraña sensación de no ser de ningún sitio

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s